Esta obra de Marcelo Marán nos acerca sin más distracciones a dos personajes que están intentando escalar un muro. Sabemos que son ladrones y, lo que hay detrás del muro es lo que los ha juntado: robar el supermercado chino.
A partir de aquí, asistimos a conocer al “Mosca” (Matías Godoy) y a “La Pata” (Fernando Bais) dos ex convictos que se conocieron en la cárcel y que nos van abriendo de a poco, como una rendija, la historia que cada uno tiene pero que además los une: un pasado delictivo, una mujer que se disputan, un intento de fuga y la reconstrucción de ese día.
Mientras tanto, el tiempo, como un personaje, acecha detrás de recuerdos difusos y, nos cuenta desde las sombras, lo que les sucede en este “aquí y ahora” que para ellos es una especie de deja vu.
Decir más, sería adelantar la vuelta de rosca de esta historia, sería escalar el muro y perderse lo que va a suceder después. La sorpresa que se nos va develando a cuenta gotas, en recuerdos, en rostros, años y hechos se las dejo para que la descubran ustedes estimados, si aún no han tenido la suerte de asistir.
Desde mi lugar de espectadora quiero destacar el humor que nos sorprende en amos personajes, uno más serio, lógico, pensante; el otro con una inocencia casi infantil y tierna aún en situaciones que serían, a los ojos de cualquier mortal, bastante extrañas. Ambos personajes explotan con audacia y talento el lenguaje carcelario, cotidiano, regional y universal para llenarnos de risas y ternura. Los cuerpos y los elementos escenográficos acompañan los juegos que acarrean historias y recuerdos.
Dos personajes delante de un muro cautivando un auditorio, un director (Emiliano Beuchel) que supo poner una dinámica y un ritmo con momentos de calma y de acción en su medida justa como una soga real y simbólica que se enrolla y se tensa hasta el final que, quizá, sucederá detrás del muro.
Una obra para ver, reír, disfrutar y pensar. Celebro estas apuestas y el trabajo de los compañeros. ¡Que viva el teatro!
Silvia García Marchetti
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