Durante mucho tiempo el color rosado ha estado emparentado con la delicadeza, idea y concepto que el marketing ha reforzado e impuesto a la sociedad. En cuanto a la Casa Rosada el color se debe a motivos históricos y políticos y que nada tienen que ver con el rosado que mencionamos más arriba. Su color tan particular y llamativo se debe a una combinación entre el rojo y el blanco: ambos colores de una alianza histórica entre acérrimos enemigos políticos: los unitarios y los federales.
El martes 29 de agosto del 2017 leí en un mensaje de texto que envía a mi número una agencia de noticias llamada Filo.News, en el cual adosan un link, el cual nunca me animo a pinchar (ya que ignoro su procedencia). Pero en el mensaje que recibí aquel día, leí un título que me interesó y desconcertó: “ALERTA MÁXIMA EN LA CASA ROSADA”. El título más allá del amarillismo, suena como si el efecto de drogas de mal corte modificara la percepción, no de sujetos que componen la sociedad, sino la percepción de la sociedad misma ya que son noticias que llaman a los tiempos locos. Este título que suena a ciencia ficción de la vieja escuela, ilustra y fortalece la tesis de que también a estas tierras el futuro ya llegó…y hace rato.
Esas noticias cuya receta parece ser “una dosis de ficción y otra de realidad”, edifican hoy un nuevo periodismo todo-terreno capaz de obtenerse el pan y mucho más a costa de cualquier tipo de noticias, verdades y mentiras. El mismo ya se hizo fuerte y apto para cruzar cualquier límite. Es esa fábrica de noticias que a grandes rasgos podemos clasificar en tres secciones: a) crímenes;b) escándalo/peligro/corrupción y c) frivolidad de la vida sentimental de las estrellas (algo así como la versión actual, abreviada y digital de las viejas revistas del corazón). Estas tres de alguna manera constituyen una serie de novedades que un amplio target consume. Pero el título en cuestión (“Alerta Máxima…”) posee un ápice de exageración, pero también un gancho para ponernos a leerla.
Las imágenes a las que hace referencia la nota “Alerta Máxima en la Casa Rosada” son de difícil interpretación. Por lo pronto, ésta marca el camino inexpugnable de un trasnochado al volante de un auto fantasma que transita por las inmediaciones, o bien la historia de un lunático que sale a la superficie de una ciudad hostil, para subir a su auto y llevar a cabo una acción que raya la locura o el heroísmo. La historia de quién lo maneja puede preanunciar al archienemigo de un superhéroe sudamericano, que aún no nació.
La nota, es una suerte de historieta anónima de la que podemos inferir muchas historias subyacentes. Este periodismo que ya es más que amarillo, más próximo al anaranjado o al rojo. Será un tipo de prensa que tratará la actualidad más esquizoide, la de un tiempo futuro y extraño, un tiempo duro y fuerte como un muro, contra el que iremos a chocar. Serán hechos y noticias espectaculares, sensacionales de las que se puede esperar cualquier cosa: la de un hombre impensado y risueño, que abandonará sus tardes de domingo futboleras para sentar su culo en el sillón de Rivadavia en pos de “un país mejor”; hombres que plantearán necesidades que nosotros ni imaginamos, verdades que ni sospechamos ni mucho menos admitimos; la instalación de centrales nucleares asiáticas o europeas en la región; la de pueblos de mutantes a fuerza de beber aguas contaminadas, que resentidos reclamarán al Estado indemnizaciones; la de espaciosas franjas de tierra deforestadas y devenidas en desiertos; la de hielos derretidos de montañas que anegarán grandes regiones.Todas noticias dementes, noticias confusas, noticias mentirosas, o que subestiman el problema. Las que de alguna manera imaginábamos o presentíamos que existirían cuando niños, en el futuro lejano. Cuando la humanidad peligre su vida en la Tierra.
Nos gustan las noticias, leerlas y/o escucharlas: son la brújula, el termómetro de lo que ocurre. Pero son más que simples herramientas, son el síntoma de locas fuerzas inconscientes de una sociedad que hoy ya desbarrancó y que se dirige hacia el fin de los tiempos retrocediendo sobre sus pasos, hasta el punto de volver a pararse, una vez más, en el círculo concéntrico, donde volverá a elegir la cara o la cruz de la moneda – civilización o barbarie – blanco o negro y, así, una vez más, volver a empezar una historia… que se desarrollará de lleno en el segundo milenio, un milenio en el que todo será posible. Un milenio que hará olvidar a los habitantes del futuro de nuestro pasado,
inclusive de nosotros mismos,
y para siempre.