Una vez que ha acontecido un crimen tan incomprensiblemente alevoso como el de Rocío Vera, el Estado y sus aparatos (ideológicos y/o represivos) comienzan a operar para tapar las insinuaciones del vacío acontecimental que rodea este caso.
Hay que decir que, en rigor, el Estado nunca se preocupa por los individuos, sino por los grupos sociales; y cuando parece interesarse por un individuo, lo hace en virtud de que este pertenece a un grupo determinado, o es considerado parte de un determinado sector de la sociedad que lo representa.[1]
Ahora bien, intentaré aquí realizar una descripción de los dispositivos que se ponen en juego a la hora de llenar este vacío y evitar que se visibilice la existencia de un punto ciego o impase en la metaestructura estatal. A mi juicio, estos dispositivos podrían ser los siguientes:
- El de la pretendida información objetiva y aséptica del aparato represivo-ideológico policial-jurídico, del que hace eco el aparato ideológico de los medios de comunicación.
- El de la búsqueda de culpables y responsables, además de los involucrados directamente, a través de los artículos de opinión del aparato ideológico mediático, otra vez, pero desde una perspectiva exclusivamente moralista.
- El de la mistificación y la demonización del lugar donde aconteció el crimen, a cargo del aparato ideológico de estado religioso, a través de las diferentes denominaciones religiosas.
Analicemos brevemente entonces cada uno de ellos.
1) La objetivación y asepsia técnico-legal del aparato represivo e ideológico jurídico y policial
Este dispositivo tiende a tapar el vacío acontecimental del crimen a partir de la tipificación legal del acontecimiento, tipificación para la cual este pasa a ser un crimen más, ni mejor ni peor, que otros que han sucedido y que fueron considerados (tenidos-en-cuenta) dentro de la misma tipología de crímenes.
Es evidente que al Estado le importa un comino el/los individuo/s o la/s persona/s afectadas y/o implicadas, sino solamente su pertenencia a un determinado sector social o a un grupo social específico.
Así, por ejemplo, las manifestaciones de las diferentes agrupaciones feministas (Mumalá, Plenario de Trabajadoras, Colectivo Savia, etc.), cada una con fuerte sesgo político, dieron a entender al Estado que Rocío es una representante de estos grupos de manifestantes, que a su vez representan diferentes grupos y partidos políticos. El feminismo representa un grupo o un sector social que se caracteriza por un posicionamiento político bien definido. Así, al Estado no le queda otra opción que tener-en-cuenta este caso, y abordarlo a través de sus aparatos jurídicos para evitar que quede en evidencia el vacío estatal sobre el que se presenta la situación social, económica, legal y vincular de las mujeres en una sociedad machista patriarcal.
2) La búsqueda de culpables y responsables, además de los involucrados directamente, a través de los artículos de opinión del aparato ideológico mediático, otra vez, pero desde una perspectiva exclusivamente moralista
Aquí, suele aparecer la hipótesis del «Estado ausente», que podría servir como principio explicativo de lo acontecido. En rigor, hay que decir que lo acontecido no tiene una explicación a priori. Toda explicación es pos acontecimiento. La cuestión está en determinar qué tipo de acontecimiento es el que aconteció (político, científico, artístico, amoroso). Así, desde el aparato represivo-ideológico judicial y policial, se trata de una simple cuestión jurídico-legal. No tiene ninguna implicación política, ya que la cuestión se resolverá en los tribunales, a través de los policías, los fiscales, y la determinación de los jueces.
En cuanto a la situación donde se originó el acontecimiento, seguirá todo igual, como si en realidad lo sucedido fuera sólo un error de tipeo en el texto social, que se arreglaría con el corrector de las leyes o del aparato jurídico. Así de simple.
Ahora bien, desde el aparato ideológico mediático, los periodistas adictos al poder dominante (v.g.: Raffín, Odasso, Esther Lutz) realizarán sus análisis de lo acontecido como una cuestión de transgresión moral. Y como si esto fuera poco, se buscará las causas de esta supuesta transgresión en otras transgresiones que son demonizadas por estos periodistas, como por ejemplo, el caso de la enajenación de los individuos por «la Droga». Hay una hipostasiación[2] de un hecho del que no se sabe nada al respecto, pero que puede ser explicado a través de un significante vacío que aclararía lo que sucedió sin explicar en realidad nada. Porque, en verdad, nada explica la droga por sí sola. En todo caso, la cuestión de la drogadicción, pero sobre todo, el del tráfico de drogas —supongamos—, tiene que ver con las contradicciones sociales causadas por la corrupción de todos los funcionarios de Estado interesados en mantener a la gente en la miseria, material y simbólica, para seguir usufructuando de sus negociados a través del aparato represivo-ideológico jurídico —o sea de las leyes, etc. —.
Aquí, aparecen ciertos periodistas «iluminados» que se dan cuenta de las inconsistencias estatales y así piden que se juzgue a la misma justicia, con lo cual, se pide que se juzgue también al mismo Estado, lo cual sería imposible desde el dispositivo jurídico, porque el Estado no podría ser juez y parte para ser juzgado.
En un artículo «El poder inquisidor y opresor que debe ser juzgado»,[3] el periodista y columnista de opinión ocampense Huber Cracogna, arremete contra el Estado (y sus aparatos represivo-ideológicos: Políticos, jueces y policías), y el dispositivo mediático.
Sin embargo, Cracogna se equivoca en dos aspectos de su análisis.
En primer lugar, es víctima de una ilusión retrospectiva, confundiendo el resultado por la causa; es decir, juzgando los hechos desde la perspectiva del resultado final. Por ejemplo, acusa al dispositivo estatal de haber hecho caso omiso de la situación que ya se veía «con un final previsible» (aquí, el final previsible, es la cruenta muerte de Rocío, cuyos detalles ya son de público conocimiento). Sin embargo, acusa al Estado de no haber actuado para evitar esa situación, pero con la salvedad de que eso que él reclama ya sucedió.
En rigor, hay que decir que el desenlace de lo que le sucedió a Rocío es impensable, pues nadie piensa que ese sea el desenlace de nuestras vidas, ni tampoco lo piensan aquellos que viven en situaciones de extrema vulnerabilidad. Y si bien la muerte es el “final previsible” de todo animal humano, eso no obliga al Estado a intervenir en la vida de los individuos, salvo si estos —como ya se dijo— son o están representados por algún subconjunto de la sociedad o grupo social. En caso contrario, la actuación y el destino de los individuos son indiferentes para el Estado. (Además, hay que tener en cuenta que aun en las condiciones más adversas, los y las seres humanos/as pueden revelarse contra su futuro inminente, hacer imprevisible todo final previsible).
En segundo lugar, Cracogna afirma la hipótesis de una «ausencia del Estado» que explicaría lo sucedido con Rocío y la actuación de los asesinos femicidas. De hecho, esta supuesta «ausencia del Estado» nunca podría ser vista antes de lo acontecido. En otras palabras, para el Estado, antes del asesinato todo funcionaba dentro de cierta legalidad, razón por la cual no se puede decir que estaba ausente.
Por otro lado, el Estado nunca se preocupa por los individuos ni por su actuación individual. Eso ya lo hemos dicho antes: el Estado sólo se preocupa de los subconjuntos de la sociedad, y no de los individuos. La transgresión de las leyes soló le preocupa si estas afectan a individuos representados por un determinado sector de la sociedad. Por ejemplo, el robo se entiende como un atentado contra la idea de la propiedad privada, y se castiga al que lo lleva a cabo como representante de una clase que pone en peligro la estabilidad del sistema económico y social que promueve la inviolabilidad de la propiedad privada. La función del Estado sería la de garantizar que los diferentes grupos sociales ocupen el lugar que les pertenecería en la totalidad del concierto social, o sea: que los ricos o la clase dominante ocupe el lugar de ser dueños de los medios de producción material y simbólica (es decir, de cosas y de conocimientos); y los pobres o la clase dominada, la de ofrecer su fuerza de trabajo (manual y/o intelectual) para esta clase. Entonces, cuando un individuo de la clase dominada, por ejemplo, roba, está alterando el lugar que, según el Estado, le corresponde a cada una de las clases.
Esto explica por qué, en el caso de Rocío, el Estado sólo se presentó en el momento en el que el caso tomó relevancia pública y entró en el ámbito de la tipificación jurídico-legal. Pero la pregunta del potencial político y verdaderamente transformador de lo sucedido queda aún sin explicar.
Ahora bien, la decadencia moral de los asesinos tampoco explicaría nada de lo sucedido (por lo menos más allá la perspectiva moralista y legalista). Para no extendernos más en este punto, digamos que Cracogna rumbea hacia una posible respuesta cuando responsabiliza al Estado, ya que se trataría, ciertamente, de un acontecimiento político —como atestigua la intervención de los grupos de militantes feministas—, y como tal pone en evidencia la presencia de un vacío que no puede ser captada por la metaestructura estatal.
Pero este vacío no es necesariamente una ausencia estatal, sino un agujero en lo estatal, porque el caso de Rocío es imposible para el Estado que pueda pensarlo como un acontecimiento político que pone en cuestión toda la estructura basada en una concepción machista y patriarcal de la sociedad. Desde esta perspectiva, la idea misma de Estado, como asignador de roles y lugares sociales, estaría radicalmente cuestionada, ya que se proclama un lugar distinto para el subconjunto de la sociedad representado por los grupos feministas (las mujeres) a la que el Estado le asigna un determinado lugar y función.
En otras palabras, la interpelación política de las agrupaciones feministas al Estado no señala su ausencia sino un hueco que carcome su misma esencia y pone en jaque su legitimidad.
En este sentido —y en honor a la verdad—, hay que decir que sin la intervención de las diferentes agrupaciones feministas, estaríamos aún más perdidos respecto de lo que verdaderamente aconteció en el caso Rocío. Así que en la diferencia que existe entre el concepto de ausencia y el de agujero, estriba la ceguera teórica que encandila al Sr. Cracogna en su análisis.
3) La mistificación y la demonización del lugar donde aconteció el crimen, a cargo del aparato de estado religioso, a través de las denominaciones religiosas
En una sociedad como la de Reconquista, tan sometida al aparato ideológico religioso, no podía faltar un intento de explicación de lo sucedido con una intervención que apele a la trascendencia, es decir, al oscurantismo.
Aquí, el aparato ideológico mediático no da puntada sin hilo y aprovecha para nombrar al lugar donde ocurrió el crimen con una etiqueta demonizadora: «La casa del terror».
Esta etiqueta no hace más que poner de evidencia que lo terrorífico de todo esto es la banalidad de los medios de comunicación a través de sus representantes periodísticos (Raffín, Odasso, Lutz), todos ellos grandes difusores del moralismo oscurantista propio de los que creen que la alternativa a este sistema es «un capitalismo con rostro humano»; es decir, la peor aberración que podríamos llegar a imaginar. Un «capitalismo con rostro humano» sería, por ejemplo, un asesino violador como los que asesinaron a Rocío. Pero doy por hecho de que todos saben que esto no podría ser de otra forma a partir de esta premisa de humanización de la barbarie misma.
Por otra parte, el aparato ideológico religioso quiso hacer resaltar su importancia —la que por cierto no tuvo mucha cabida en la marcha inicial— a través de una «celebración interreligiosa» frente a la ya afamada Casa “Santa Rita”. El vértigo que dejó el vacío acontecimental del asesinato de Rocío, movilizó a las fuerzas reaccionarias de la sociedad para tratar de frenar las posibles acciones revolucionarias que puedan desprenderse como consecuencia lógica de lo acontecido. La religión, como aparato ideológico de Estado, puede ser un dispositivo subjetivante reactivo, que podría ocultar tras la apariencia de piedad y de preocupación por las personas, una reacción política tendiente a desarticular la acción política verdaderamente transformadora de las situaciones aberrantes y de injusticia estructural que viven las mujeres en nuestro país, incluidas las niñas.
Una de las estrategias para ello, puede ser la mistificación y la demonización de los sitios acontecimentales —en este caso, la Casa “Santa Rita”— que bien podrían convertirse en un espacio para fomentar la organización de grupos feministas del barrio para luchar sistemáticamente contra las injusticias que las mujeres sufren en un contexto marcado por el machismo en situación de pobreza y vulnerabilidad social.
Así debe ser entendida esta intromisión de los dispositivos religiosos: como una coartada conservadora para contener, obstaculizar, y desarticular la lucha de las mujeres, para así evitar el avance de posibles intervenciones político-feministas en el Barrio Carmen Luisa.
Conclusiones
El objetivo de este texto era realizar una descripción de los dispositivos estatales que operan para intentar tapar el vacío que queda en evidencia a partir de un acontecimiento representados por tres aparatos estatales.
Así, vimos que al dispositivo de la pretendida información objetiva y aséptica le correspondió el aparato represivo e ideológico jurídico-policial, que reduce todo a una cuestión legal o jurídica, e ignora por completo la perspectiva política de los acontecimientos. Por su parte, el dispositivo de las búsqueda de culpables y responsables —además de los involucrados directamente—, se relacionó con el aparato ideológico mediático, que analiza los hechos desde una perspectiva exclusivamente moralista, que enfatiza el escándalo, y trata de ocultar la esencia política de los acontecimientos.
Luego, vimos que la hipótesis de un «Estado ausente» sería una forma de mitigar la verdad de la existencia de un «agujero estatal», lo cual pondría en cuestión la esencia misma del Estado como asignador de lugares y funciones; y a partir del cual, la lucha feminista interpelaría al Estado en su función y cuestionando así la legitimidad de su estructura machista y patriarcal.
Por último, describimos el dispositivo de la mistificación y demonización del lugar, el que se corresponde el aparato ideológico religioso, que intenta mistificar los acontecimientos y demonizar el sitio de acontecimiento con el propósito de frenar, contener y desarticular la lucha de las agrupaciones organizadas en torno al acontecimiento.
De esta forma, se puso en evidencia que todos los AIE (Aparatos Ideológicos de Estado) intentan negar la existencia de ese agujero estructural que deja en evidencia el advenimiento de un acontecimiento cualquiera. En el caso de Rocío, se hizo patente la estructura inherentemente machista y patriarcal del Estado, puesto que es este el que designa los lugares y las funciones que ocupa cada uno en las formaciones sociales, a través de la representación de sus subconjuntos —pero no directamente de los individuos—.
Así, quedó claro que el positivismo jurídico, el moralismo periodístico y el misticismo reaccionario son tres dispositivos a través de los cuales interviene el Estado en las situaciones cuando adviene un acontecimiento, y que tiene como objetivo disimular el vacío que queda en evidencia a partir de este acontecimiento; o, lo que es lo mismo, desarticular la organización y las luchas de los grupos que promueven políticas emancipatorias e igualitarias. Que era lo que se quería demostrar.
Referencias bibliográficas
- Badiou, A. (2003). El ser y el acontecimiento. (R. Cerdeiras, A. Cerletti y N. Prados, Trads.) Buenos Aires: Manantial.
- Comte-Sponville, A. (2005). Diccionario filosófico. (J. Terré, Trad.) Barcelona; Buenos Aires; México: Paidós.
Notas:
[1] Todas las referencias al Estado, estado de situación, vacío, relación Estado/individuo, estado de situación/individuo, están inspiradas en el excelente libro del filósofo francés Alain Badiou: Badiou, A. (2003). El ser y el acontecimiento. (R. Cerdeiras, A. Cerletti, & N. Prados, Trads.) Buenos Aires: Manantial. En especial, la “Meditación nueve: El estado de situación histórico-social”, pp. 123-30.
[2] La hipostasiación es un término técnico de la filosofía, relativo al verbo «hipostasiar», que viene del griego, y significa: “lo que está debajo”. Cito las palabras del filósofo francés Andrè Comte-Sponville: «[…] en la época moderna, ha acabado por adquirir [un sentido peyorativo]: una hipóstasis sería una sustancia supuesta o ficticia, una entidad a la que se le concedería, ficticiamente, una realidad independiente». «[…] Es lo misterioso de la hipóstasis: es una sustancia incomprensible, que nos supera, que sólo se puede experimentar, si se puede, de una manera sobre natural y mística» (Comte-Sponville, 2005, p. 254 y 253). (Lo que está entre corchetes es un agregado mío, FM).
[3] Huber Cracogna (16 de julio de 2020). El poder inquisidor y opresor que debe ser juzgado. Recuperado el 17 de julio de 2020, de norteobligado.com: https://norteobligado.com/el-poder-inquisidor-y-opresor-que-debe-ser-juzgado/