noviembre 30, 2023
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Comentario a la entrevista de Infobae a la prof. Liana Pividori CUATRO FALACIAS SOBRE EL «COMUNISMO EDUCATIVO» Y UNA PEROGRULLADA DE LA FORMACIÓN DOCENTE

En una entrevista para infobae.com, realizada el 15 de enero de este año, la profesora Liana Pividori realizó una afirmación provocativa al expresar que: «estamos viviendo en un comunismo educativo […] donde todos somos iguales pero por la pobreza que tenemos o por la pobreza que tienen todos de conocimientos, de oportunidades, de aprendizajes y no podemos convivir con eso»; de este modo, realiza una suerte de diagnóstico de la situación en la que parece encontrarse la escuela secundaria actual, de acuerdo con la implementación de cierta tendencia ideológica de la política educativa de turno.

Ciertamente, se podría acordar con el diagnóstico de esta profesora, si no fuera porque la crisis del sistema educativo —mal que nos pese— no es una característica privativa de este gobierno. Así, se puede decir que la crítica de esta profesora a la política educativa actual no es más que la toma de conciencia de una realidad de la que sólo se puede percibir la punta del iceberg. En este punto, se puede afirmar que con la profesora Pividori estamos de acuerdo en todo, salvo en lo esencial.

Digamos, sucintamente, que el diagnóstico pividoriano acierta en cuanto a que se percibe en las escuelas lo que se podría denominar como una suerte de abulia institucionalizada que a su vez da cuenta de cierto malestar en el ámbito escolar y docente, agravado por la situación de pandemia que venimos atravesando. Además, este diagnóstico se centra, sobre todo, en el aspecto ideológico de la política educativa y en las consecuencias que parece tener en el relajamiento de los y las estudiantes a la hora de comprometerse con las tareas escolares. Así, se acusa al gobierno de turno de estar promoviendo lo que Pividori llama un «comunismo educativo» donde «todos somos iguales pero por la pobreza que tienen todos de conocimientos, oportunidades y aprendizajes».

Ahora bien, ¿qué se le puede reprochar a un diagnóstico tan adecuado con el llamado “sentido común” y que además interpela al gobierno de turno sobre la calidad de la educación y sobre los derechos y la ética del ser docente? ¿Acaso hay algo que no esté bien en su análisis?

A decir verdad, hay varias cosas que, por cierto, llaman la atención. La primera es que en su argumentación comete lo que en lógica se denomina falacias, que por definición son un tipo de razonamiento incorrecto pero que tienen apariencia de correcto. Por ejemplo, la más obvia de todas es la utilización del cuantificador “todos”. Pues, ¿quiénes son esos “todos”? ¿Y de qué modo pudo constatar que es efectivamente así? Porque cuando se afirma, v.g., que “todos los cuervos son negros”, la comprobación de uno que sea blanco, refutaría la anterior proposición. Así, “la pobreza que todos tienen de conocimientos, de oportunidades, de aprendizajes”, dista mucho de ser un dato concreto de la realidad, sino una simple generalización que realiza la profesora. O, en el mejor de los casos, un tipo de prejuicio ideológico sobre lo que esa docente percibe de una determinada situación. No obstante, supongamos que “todos” son los y las estudiantes de secundario: ¿Cómo puede hacer esta afirmación tan totalizadora? ¿Acaso conoce los casos de todos los alumnos y alumnas de la región? Es poco probable…

Otro punto llamativo, es su concepción sui generis de la idea de comunismo, que esta profesora traspone sin ningún análisis crítico a la realidad educativa. Lo primero que hay que decir es que, en esencia, la idea de comunismo es múltiple, y que los modos que se actualizaron históricamente —desde el comunismo cristiano hasta el comunismo marxista-leninista— no agotan para nada el concepto. Es más, lo que deja traslucir su concepción de “comunismo educativo” es lo que bien podría llamarse “fascismo educativo”; es decir, una actitud reactiva que tiende a negar un presente acontecimental. Y contrariamente a lo que parece creer esta profesora, el comunismo implica, en su esencia, la idea de trabajo y de esfuerzo colectivos (no por casualidad los símbolos característicos de comunismo marxista son el martillo y la hoz); todo esto sumado al cultivo de la ciencia y de las artes más allá de una perspectiva puramente capitalista; o sea, al servicio de un sistema que promueve sólo el afán de lucro y la competencia individualista salvaje.

La tercera falacia es, justamente, creer que el fin último de la educación es sólo formar trabajadores calificados para aportar al sistema productivo. Y obviamente, pierde de vista otra pata del mandato fundacional de la escuela, que es la de formar ciudadanos; es decir, sujetos comprometidos con su realidad políticamente. Y si bien política e ideología no son lo mismo, toda política implica una determinada visión de mundo o concepción de la realidad. Incluso la concepción tecnocrática es una concepción ideológica que se caracteriza por negar su esencia intrínsecamente ideológica.

Por otra parte, a las anteriores falacias se le suma una más, la del hombre de paja, que la profesora Pividori comete al malinterpretar la letra de lo que dice la Circular № 8. Si bien es cierto que en este punto los directivos de las escuelas pueden haber sido portavoces de lo que quizás sea el espíritu de esta circular, lo cierto es que en ningún lado de la misma se menciona explícita ni implícitamente que “hay que regalarle la nota a los alumnos”, ni “aprobar a los que rinden con una nota de 6”. Aquí, habría que invitar a que vuelva a leer atentamente lo que se dice en dicho documento.

A todo lo anterior, hay que sumarle una perogrullada; pues, a medida que avanza la entrevista, llega el momento en que la profesora arremete contra el colectivo docente, pero sólo basada en otra generalización más. «La mayoría de los docentes —afirma Pividori— […]  termina su profesorado, su magisterio, y hasta que se jubila no hace ningún otro perfeccionamiento, ninguna otra capacitación. El docente no puede dejar de prepararse y perfeccionarse». Porque el problema —continúa— es que «hoy los institutos docentes ponen más énfasis en la doctrina política que en preparar profesionales idóneos». Por este motivo, lo que hay que hacer es «mejorar la formación docente».

Ahora bien, lo cierto es que es muy difícil poder hacer una evaluación de la actual situación de la formación docente sin una investigación cuyos recursos no creo que estén al alcance de un docente particular. En este sentido, afirmar que la “la mayoría de los docentes no se capacita” es sólo una generalización más, un prejuicio, una conjetura inferida posiblemente de la experiencia de esta docente y que no tiene ningún fundamento científico: es sólo una construcción ideológica de una realidad supuesta por la profesora. Porque, pensemos que la realidad de los docentes es bastante limitada, pues sólo puede trabajar en unas seis escuelas secundarias; supongamos que lo hiciera en diez. Aun así no sé si de allí pueda conocer, sólo por observación directa, el trayecto de formación continua de cada docente de esas escuelas.

Así, se puede afirmar, en mi caso, lo contrario: que la mayoría de los docentes se sigue capacitando hasta que se jubila. Y esta afirmación sería igual de cierta; pues, ¿por qué la opinión o la conjetura de la profesora Pividori sería más verdadera que la mía? ¿Simplemente porque más cantidad de gente lo ve así porque está de acuerdo por ser parte de un supuesto “sentido común”? Sólo diré que el famoso “sentido común” no se basa en datos concretos, sino en creencias sobre lo que es la realidad. Por lo tanto, sin un aparato crítico riguroso, no es aconsejable tomar por “realidades” lo que son el producto de ciertos discursos generalizados, que —dicho sea de paso— responden a intereses de ciertos sectores dominantes en un contexto social, económico e histórico determinado. Cabe aclarar que lo mismo que vale para los docentes, es válido también para la situación general de los y las estudiantes.

Como se puede ver, el error del planteo de la profesora Pividori no está tanto en el contenido sino en la forma, que es la de una serie de conjeturas ideológica —esto es, basada en el supuesto “sentido común”— fundada en una serie de falacias o errores de razonamiento, pero que no tienen un referente empírico unificado que puede generalizarse teóricamente.

Ahora bien: ¿es verdadero o falso lo que denuncia la profesora Pividori? A ciencia cierta, no es ni más verdadera ni más falsa que su afirmación contraria: es una simple conjetura, una simple opinión, que están más del lado de la doxa que de la episteme —si me permiten parafrasear la terminología platónica—. Por este motivo siempre es aconsejable ser cautos de las conjeturas que nos llegan de los medios y evaluar siempre a qué interese pueden estar respondiendo y por qué. Para que —como se suele decir— al colar el mosquito no nos traguemos, por ingenuidad, el camello.

Fuentes citadas:

Ministerio de Educación: Subsecretaría de Educación Secundaria. (5 de Noviembre de 2021). Circular N°8/21. Santa Fe: Gobierno de Santa Fe. Recuperado el 18 de Enero de 2022, de https://es.sribd.com/document/539133954/Circular-8-21-de-Educacion

Pividori, L. (15 de Enero de 2022). Liana Pividori: “Estamos viviendo un comunismo educativo: todo iguales en pobreza de aprendizaje y oportunidades”. Sociedad. (C. Peiró, Entrevistador) Infobae. Recuperado el 17 de Enero de 2022, de http://www.infobae.com/sociedad/2022/01/15/liana-pividori-estamos-viviendo-un-comunismo-educativo-todos-iguales-en-pobreza-de-aprendizaje-y-oportunidades/

 

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