Al capitalismo le cuesta ocultar (aunque no lo deja de intentar) su ADN, su esencia desigual, de explotación, de injusticia, su incompatibilidad con los derechos humanos, con la democracia.
El triunfo cultural de la última dictadura militar es el consumismo, el individualismo, la falta de participación política, el “no te metas” los anti valores, la corrupción y otros males además de los económicos y políticos. Esto es utilizado hoy por la derecha Argentina representada ya no por los rangos militares, sino por los propios gerentes de los grupos empresarios de la ciudad y el campo. Son utilizados junto con otros mecanismos y herramientas que siempre tuvo el Estado Liberal Burgués, como son el cuerpo de leyes que se instrumentan y manipulan a conveniencia con la “justicia” que administra y legaliza la injusticia y el siempre mimado y pertrechado aparato represivo con la Policía, la Gendarmería, la Prefectura, los Servicios de Inteligencia, sumado a esto en los últimos tiempos las fuerzas de choque como las empresas de seguridad privadas, barras bravas, patotas sindicales y lo último, las fuerzas armadas en las calles nuevamente por un decreto presidencial.
Todo esto es usado de manera muy inteligente por la clase dominante (la burguesía) para mantener la propiedad privada, la acumulación, el saqueo y explotación. Algo que siempre hace e hizo ya sea con gobiernos de derecha o con aquellos que pretenden sostener “un capitalismo serio, humanizado”. Pero que en nuestros tiempos se potencia por la ignorancia generalizada en nuestra clase, lo ruptura del tejido social y la formación de la opinión pública a través de los medios de desinformación.
La idea y esfuerzo de esta nota radica en intentar esclarecer este tema de la crisis económica-social de nuestro país (no quiere ser una verdad sino brindar un parecer fundado en hechos concretos y en una profunda conciencia de clase), colocar la lupa sobre este tema y explicar que aquí “no hay platos rotos que pagar” y que si alguien de alguna manera debiera asumir las consecuencias de la actual situación no somos los trabajadores, no es nuestra clase, sino sus antagónicos, sus opuestos.
El estado lejos de ponerse al margen del proceso histórico, estar neutral o no hacer nada como pretenden hacer creer, interviene con todas sus fuerzas, astucia y herramientas nombradas anteriormente para regular a favor del desarrollo de un determinado modelo social.
El actual Gobierno Nacional con la complacencia, en muchos casos complicidad de los Gobiernos Provinciales, municipales, legisladores, funcionarios, etc., es decir la Burguesía Nacional, acuden una vez más en nuestra historia a los organismos de créditos Internacionales, mención especial para el acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacional), en el que hay que resaltar no solo la injerencia con nuestra situación actual, con nuestro presente, sino también con el futuro de nuestra Patria y los que pisen en ella. El acuerdo dictado por el FMI y firmado por el Gobierno entreguista de Mauricio Macri, promete transferir competencias a las provincias sin los fondos respectivos, achicar el gasto público, o sea despedir, cerrar, reducir partidas a derechos básicos y conquistas sociales, seguir ajustando con aumentos en los servicios, el techo en las paritarias, además de la eliminación de los derechos laborales por medio de una “reforma”, al igual que con los jubilados. Para esto necesitan avanzar en un “cambio de cultura” como lo llaman y que no es otra cosa que extinguir lo que nos queda de conciencia como clase, es a eso a lo que apuntan cuando quieren instalar como “sentido común” la apolítica, la corrupción gremial, y estigmatizar, tergiversar, desestimar las luchas populares y sus referentes.
Sin dejar de mencionar y denunciar, el sometimiento al gran capital concentrado y la entrega de los recursos energéticos, naturales y estratégicos (con intervención extranjera, especialmente del comando sur de Estados Unidos), que pulverizan los restos de una soberanía Argentina siempre dudosa por no decir inexistente.
Todos estos años (en especial del 2016 a esta parte) los grupos económicos que actúan en el País, han obtenido jugosas ganancias: el sector agrícola-ganadero “el campo”, se libró de retenciones y aumento de impuestos, ni hablar de los subsidios por emergencias, sequías, inundaciones. Los grandes industriales para seguir con sus márgenes de ganancia, ajustaron por el lado de los trabajadores, despidos, más flexibilización, precarización, cierres, traslados, quiebras, créditos blandos, etc. Los supermercadistas, las grandes cadenas de supermercados inflaron sus fortunas con super aumentos en los productos de primera necesidad, los alimentos. Ya no hay “precios cuidados” sino “cuidado con los precios”, las cadenas farmacéuticas y droguerías igual, los combustibles y demás empresas extractivas lo mismo. Y una nota entera se podría dedicar a la bicicleta financiera, a la timba, los banqueros, especuladores y usureros que depositan sus capitales en cuentas off shore, en algún momento paraísos fiscales.
La riqueza que posee el país por ubicación, clima, recursos naturales es inmensa como pocos en el planeta. Pero también en trabajo somos una gran fuerza, un “capital humano”como les gusta llamarnos, que según el propio gobierno dejó de producir 28 mil millones de pesos el ultimo paro nacional del 25 de junio pasado, un dato muy importante y no tan divulgado que nos demuestra dos cosas, primero que no hay escases y segundo que la riqueza la producimos los trabajadores que todos los días de nuestras vidas estamos en el mercado formal o informal. Trabajamos y tributamos, pagamos impuestos para movernos, alimentarnos, vestirnos.
Y de ahí que el problema no esté en la escasez o crisis sino en la distribución de esa riqueza que se la quedan y acumulan los mismos que nos dividen, nos fragmentan para poder explotar y hundir a cada vez más argentinos bajo la línea de la pobreza. Los que se benefician con un sistema que intenta hacernos creer que la sociedad no puede cambiar, que ya no existen ideologías, que no existe la izquierda y la derecha en política, que la sociedad es esta y no hay ni puede haber otra.
Así las cosas, la crisis que debemos solucionar los movimientos, partidos políticos, las diferentes organizaciones de izquierda, de trabajadores, es la dispersión y falta de alternativa del campo popular. La complejidad para la construcción de un ideal de sociedad diferente, que trascienda las alianzas electorales aunque las contenga, un programa amplio y profundo que permita la unidad, y que contenga el no pago de la deuda, una deuda inmoral, impagable, criminal para el pueblo y contraída por un gobierno que representa y es parte de una clase social que nos despoja y despilfarra los formidables recursos que producimos, una reforma tributaria, la profundización de la democracia (por medio de consultas, plebiscitos, asambleas y otras formas de participación directa) que tendremos que seguir pregonando, practicando.
Son muchas las luchas que se vienen desarrollando, prácticamente desde el estallido del 2001 no se ha parado de luchar un solo día, en el norte, en el sur en el este en el oeste, siempre se resiste con diferentes grados de organización y de fuerza, demostramos que existen individuos y colectivos anticapitalistas, antiimperialistas.
El papel de un militante será entonces intentar unir estas luchas, resistir y aportar una perspectiva de clase para reconstruir y fortalecer un imaginario social que comprenda que existe otra forma de relación humana y social y que no es capitalista. Para entender, comprender y asumir el rol histórico de lograr una sociedad más justa.
JAVIER NIEVAS
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