marzo 26, 2023
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«DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR…» Consideraciones sobre la cuestión del «buen contribuyente»

Hace unas pocas semanas, un concejal de la ciudad declaró que habría que replantearse la cuestión de lo que, en la actualidad, se considera un «buen contribuyente». Afirmó que si bien está de acuerdo y valora la idea de premiar «…al vecino que cumple», tiene «una mirada muy diferente sobre lo que es ser “buen contribuyente”». El diferendo entre este concejal (y el bloque del Frente Progresista Cívico y Social) y el resto de los bloques a los que pertenecen los concejales, radica en que «para el municipio son simplemente aquellos capaces de pagar la tasa en el primer vencimiento, y por ello son premiados con un 46% de descuento» y que no distingue a los malos contribuyentes «de aquellos que, administrando sus recursos en función de sus ingresos, con gran esfuerzo y sacrificio, tratan de cumplir con los tributos de su municipio» y que por ello propone que este beneficio también «alcance hasta el segundo vencimiento, que se abona dentro del mismo mes, y con escasos días de diferencia», ya que considerar sólo «buen contribuyente» al que paga y puede abonar en el primer término «lo único que ha conseguido es dejar al 50% de estos afuera, y no me parece justo. No merecen ser castigados»[1], concluye el concejal.

Puesto que actualmente el problema de la recaudación fiscal pareciera ser una de las prioridades de las llamadas políticas de Estado, la cuestión que plantea este concejal no es del todo superficial, sobre todo si pensamos que deja traslucir su posición política, a la que no parece importarle para nada pensar que el aumento de los tributos del fisco es cuestionable de por sí, sino que sólo se centra —quizá para generar una polémica estéril— en buscar que se extienda un beneficio a un sector más amplio de una determinada formación social, a la que presumiblemente el mismo concejal también pertenece.

Sin embargo, el problema de fondo no se plantea. ¿Por qué? Evidentemente, porque este consejal está de acuerdo con aquellas políticas de Estado que son un modo de saqueo generalizado de los recursos de los sectores menos favorecidos de la formación social.

Por otra parte, ya que a los funcionarios estatales les preocupa el tema de la recaudación de los tributos, deberían  preguntarse también la razón por la cual la gente no tributa tanto como el Estado desearía. Pero sucede que pensar estas cuestiones —además de ser considerada por estos funcionarios una pérdida de tiempo, puesto que dejaría en evidencia la ineficacia de sus “políticas” para solucionar las cuestiones de fondo— haría ver que lo que hace que la gente no tribute no sólo se reduce a una situación económica insostenible —de la que dicho sea de paso los políticos de turno son responsables directos—, sino que se relaciona con una sospecha sobre la legitimidad de las razones por la cuales se pondría como prioridad dicho tributo. La única razón por la que se tributa, es porque se está obligado a hacerlo; pero mientras se puede evadir la obligación o dilatarla lo más posible, puede que se prefiera priorizar otras cuestiones también importantes como, por ejemplo, la supervivencia propia y la de la familia.

Nadie duda de que en situaciones “normales”, es decir, “ideales”, un grupo de concejales podría preguntarse por las razones por las cuales “los contribuyentes” no tributan. Pero sería una cuestión pueril. La cuestión del “buen contribuyente” presupone que la gente no paga sus impuestos o servicios porque “no quiere”, y que prefiere utilizar el dinero en darse gustos de toda índole y en comprarse artefactos tecnológicos de moda. Supongamos que fuera así. Ante esta evidencia apodíctica los concejales deberían preguntarse con mayor razón aún cuál es la causa profunda de esta actitud. Sin embargo, es evidente que este tipo de medidas de bonificación están dirigidas a la gente que puede pagar sus impuestos o servicios sin ningún perjuicio de sus ingresos y que aun así prefiere no tributar al fisco o simplemente evadirlo. En otras palabras, ni los mismos burgueses para los que gobiernan estos políticos creen ya en la honestidad y el destino de los fondos de estas recaudaciones fiscales. Si bien es cierto que la moral burguesa es intrínsecamente transgresora, la crisis de legitimidad de estas formas de gobierno y de gobernabilidad parece haber hecho mella también en todos aquellos que hacen que esta forma de zombi político que es el Estado burgués, se perpetúe material y simbólicamente.

Por Fabián Muchiut

 

[1] Ver el artículo de opinión de Emilio Adobato en:  https://reconquistanoticias.blogspot.com/2018/11/premiamos-al-buen-contribuyente-opinion.html

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