marzo 24, 2023
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EL VACÍO QUE NOS LLENA (SOBRE LA DEMOLICIÓN DE LA VIEJA ESCUELA DE COMERCIO)

Si el vacío puede ser considerado como irrepresentable es porque en él se encuentra aquello que en una situación no es tenido-en-cuenta. En este artículo se intenta dar una respuesta a la pregunta sobre la cuestión del vacío en una situación determinada: la de la demolición del viejo edificio de la Escuela Comercio, hace ya dos años. Además pretende abrir el debate sobre la cuestión de las realidades que no son tenidas en cuenta por los políticos, gobernantes, empresarios capitalistas, y por todos aquellos que no pueden comprender las situaciones más allá de su valor como mercancía, o sea, más allá de la concepción ideológica que considera existente sólo aquello que pueda producir bienes y servicios.

Terreno tras la demolición de la escuela

Hipótesis inicial

Digámoslo sin demasiadas vueltas y propongamos una hipótesis que se intentará corroborar más adelante. Es la siguiente: En una determinada situación, todo lo que se tiene-en-cuenta existe y tiene valor; pero lo que no, no existe ni tiene valor. Esta es otra manera de afirmar lo mismo que Badiou propone en su libro más importante; o sea, que «[…] toda situación implica la nada de su todo» (Badiou, 2003, p. 70). (Valga aquí la aclaración de que el «todo» es aquello que es tenido-en-cuenta en una situación; en cambio la «nada» —o el vacío, en el caso de un espacio local— sería lo que queda fuera de esa cuenta. O, para decirlo badiousianamente, lo que se sustrae a la operación de cuenta-por-uno que tiene como resultado el todo. Es decir, aquello que queda forcluido, impresentado en una situación, pero que está incluido).

De algún modo, la tesis de Badiou confirma la intuición que tuvieron aquellos pensadores míticos o teológicos que concibieron la idea de la creación ex nihilo de que el todo nace a partir de la nada, tal como se presenta en la Biblia judeo-cristiana, como por ejemplo en el Libro segundo de los Macabeos(7, 28) (y no en el Génesis como se cree generalmente).[1] O, en el capítulo primero del libro Popol Vuh que relata la creación desde la perspectiva Maya-Quiché.[2] Aunque también, más cerca de nuestros días, podemos mencionar el de la construcción de un «edificio inteligente de treinta pisos, ecológico y autosuficiente»,[3] tal como lo publicitaron en los programas de radio “más comerciales”—por decirlo de modo eufemístico—,[4] como los de Raffín, Odasso y Esther Lutz.

Vacío y mercancía

Ahora bien, un lector atento podría percibir aquí que de los tres «mitos» o relatos presentados, el último no es tan evidente respecto de la cuestión de que se haya propuesto una creación «desde la nada», puesto que para ello hubo que realizar la demolición del viejo edificio de la prestigiosa Escuela Nacional de Comercio. O sea, este lector puede objetarnos que antes de que se comenzara con la construcción de la torre Vicentín, no es que haya habido nada, sino que justamente se encontraba allí un edificio que, para colmo, podría haber sido reconocido por nuestro gobierno local (incluidos los concejales) como patrimonio histórico de nuestra ciudad.

No obstante, la historia es, como sabemos, un poco diferente: el edificio viejo de la Escuela Comercio fue demolido con el aval de los concejales y del ejecutivo municipal; pero, además, la nueva torre o «edificio inteligente» que se prometió nunca se terminó de construir. Es más, ni siquiera se concretaron los cimientos más básicos. Y en su lugar quedó un pozo gigantesco resguardado por unas vallas de chapa plegada que impiden el acceso al misterioso agujero que ahora adorna negativamente el centro de la ciudad.

Entonces, donde antes había un edificio histórico ahora hay un lugar vacío, un lugar cuya representación implica una dualidad entre lo que había y ya no hay y lo que se prometió que habría. En otras palabras, ahora hay un vacío que es el lugar de un anhelo y de una promesa (incumplida).

Desde el lado del anhelo —que de alguna forma implica hacer un duele por el edificio perdido— se encuentra esta idea que mi amigo el Lic. Germán Crudeli esbozó hace unos días de la siguiente manera: «No es fácil que un lugar vacío pueda representar algo para alguien, pues sin un objeto que pueda “usarse” como símbolo que aglutine el pensamiento o el sentimiento de las personas, lo que triunfa es, precisamente, el vacío» (Crudeli, 2021).Y de esta manera hace hincapié en la representación del vacío (tal como me expresó en una conversación privada que tuvimos sobre el tema).

Por mi parte, recuerdo haberle respondido que no era del todo cierto que el vacío no se puede representar porque, matemáticamente, existe el número cero —y el conjunto vacío— que lo hace. Recordemos que Badiou define al cero no como la marca de la falta como tal, sino como la marca de la falta de una marca (Cf. Badiou, 1972, p. 102 y 109);[5] o sea de aquella que está imposibilitada de contar lo que queda fuera (forcluido) del todo. Y así es como hay que entender la máxima de que «el toda situación implica la nada de su todo».

Además, le comenté sobre algo que escribe Žižek en el «Apéndice» de su libro El títere y el enano (2005, pp. 199-235) sobre un análisis que realiza a partir de los famosos huevitos Kinder Sopresa, y que comienza con una referencia a la idea que propone Heidegger del jarrón griego antiguo que estaría formado a partir de una nada o de un vacío central. Y de allí Žižek propone al huevito Kinder como aquella mercancía que devela la estructura formal de la mercancía. Es decir, como aquel objeto que deseamos porque nos promete ser algo más que lo que es pero que en su interior sólo nos ofrece un «vacío» donde hemos depositado nuestro objectpetit a (u objeto causa de deseo). Y de allí —concluía yo— que la construcción fallida de la torre Vicentin dejaba en evidencia cómo piensan nuestra ciudad los grandes capitalistas, o sea,  como una mercancía; pero como sabemos toda mercancía constituye en su núcleo «una estafa», pues nunca cumple lo que promete. (Obsérvese que el hueco que queda ahora en aquel lugar donde está el viejo edificio es análogo al vacío central del jarrón de Heidegger; o, peor aún, un símbolo que pone en evidencia que toda la ciudad fue constituida en una mercancía —en el sentido de Žižek— y que ahora puede ser vendida y comprada por el mejor postor).

La promesa del edificio del primer mundo

Lo que el Capital no tiene-en-cuenta

Francamente, la explicación de este acontecimiento hubiera terminado ahí, si no fuera por la —inesperada pero oportuna—intervención de mi amiga, la Lic. Veronica Cabral de Oliveira, que nos hizo bajar del mundo de las Ideas y nos obligó por un momento a poner los pies sobre la tierra. Ella hizo, más o menos, la siguiente reflexión: «Hay que tener en cuenta que en ese lugar [o sea, el terreno donde demolieron el viejo edificio de la Escuela Comercio] no es que haya un vacío, sino un lugar que ha sido vaciado. Lo cual es más grave todavía, porque denota una acción de mucha violencia por parte de los que ordenaron esa demolición» (Cabral de Oliveira, 2021).[6]

Ahora bien, aunque en el momento no le respondí, esta intervención de me obligó a repensar el tema y a ver si el análisis que estábamos proponiendo tenía algún sustento o si sólo se trataba de argumentos sin fundamento. Pero una semana después encontré la respuesta, inspirada en la filosofía de Badiou. Esbocé la siguiente solución:[7] Como ya habíamos intuido mi amigo y yo, el problema que aquí nos convoca es, en última instancia, una cuestión de diferentes tipos de pensamiento. Pues, una cosa es el pensamiento de las personas progresistas y bien pensantes y otra es la de los magnates capitalistas y la de los gobernantes adeptos subordinados al Capital. Para los primeros, el viejo edificio de la Escuela Comercio, es considerado un lugar histórico e importante en este sentido para el patrimonio de la ciudad (cuya representante más evidente de esta postura es Alba Zanon, que como un Sísifo incomprendido, sigue subiendo la piedra de la lucha por este reconocimiento todos los años y todos los días). Pero, para los segundos, este edificio no significaba nada de valor, nada que merezca la pena ser conservado. Era un simple sitio baldío sin valor e improductivo financieramente al que había que acondicionar para poder llevar a cabo la construcción de una torre que sí daría algún tipo de rédito económico.  De modo que, el vaciamiento del lugar, o sea, la demolición era sólo una consecuencia de que ya anteriormente los empresarios de Vicentin y sus políticos adeptos pensaron este edificio como un lugar vacío, o sea, como no tenido-en-cuenta como patrimonio histórico, invisible desde esta perspectiva para el pensamiento capitalista financiero. El vacío, entonces, siempre lo es desde la perspectiva de aquel que no puede ver que algo es valioso para otra perspectiva que sí lo puede ver, no como vacío, sino como algo que es digno detener-en-cuenta.

Consideraciones finales

Ahora bien, si consideramos la hipótesis de que en una situación, lo que se-tiene-en-cuenta existe, y lo que no, no, entonces podemos ver con cierta claridad que en el caso del viejo edificio de la Escuela Comercio desde la perspectiva de los empresarios de Vicentin y de los políticos que aprobaron su demolición sólo se tuvo-en-cuenta el valor financiero como inmueble, y no el valor histórico del lugar. Por lo que se infiere que, desde la perspectiva capitalista-financiera, ese lugar en tanto valor histórico no era tenido-en-cuenta y por lo tanto en este sentido era un vacío de algo que no podían concebir desde esta perspectiva. Sólo tuvieron-en-cuenta el valor financiero del terreno y de lo que a futuro podrían llegar a ganar con la construcción de la nueva torre. Así, se puede afirmar que el viejo edificio era sólo considerado un montón de escombros que había que limpiar para poder empezar con la obra de construcción. El viejo edificio, al no ser considerado rentable económica y financieramente, era cómo que no nunca existió para ellos. Y lo mismo se puede afirmar de su valor como patrimonio histórico. Para la mente capitalista de los empresarios de Vicentin sólo existe lo que tiene valor financiero, porque su fin último no es otro que el afán de lucro. El verdadero valor (axiológicamente hablando) de los capitalistas es justamente este afán. Y todo lo demás se reordena de acuerdo a este parámetro lucrativo: Cuanta más ganancia produce o puede producir una cosa, más real es considerado, su existencia es más perfecta. En cambio, si no lo produce, prácticamente no existe, su jerarquía ontológica es considerada nula, o sea, como un vacío. En fin, para el pensamiento capitalista no existe ninguna cosa, individuo o persona que no produzca algún tipo de rédito económico o financiero. Sólo así será tenido-en-cuenta; si no, será ignorado e invisibilizado, convertido en un vacío que no es representado (o lo que es lo mismo: tenido-en-cuenta) en una determinada situación.

Bibliografía

Badiou, A. (1972). Marca y carencia: A propósito del cero. En A. Badiou, El concepto de modelo: Bases para una epistemología materialista de las matemáticas (H. Acevedo, Trad., Primera ed., págs. 94-110). Buenos Aires: Siglo XXI. Recuperado el 11 de Abril de 2021

Badiou, A. (2003). El ser y el acontecimiento. (R. Cerdeiras, A. Cerletti, & N. Prados, Trads.) Buenos Aires: Manantial.

Crudeli, G. (8 de Abril de 2021). La demolición de una escuela y la estafa al pueblo. Recuperado el 11 de Abril de 2021, de Rayalmedio.com: https://rayalmedio.com/la-demolicion-de-una-escuela-y-la-estafa-al-pueblo/

Žižek, S. (2005). El títere y el enano. El núcleo perverso del cristianismo. (A. Bixio, Trad.) Buenos Aires- Barcelona- México: Paidós.

Notas:

[1] «Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios […]» (2.° Macabeos, 7, 28; Biblia de Jerusalén; el subrayado en negrita y cursiva es mío).

[2] «Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado,  y vacía la extensión del cielo» (Popol Vuh: Libro sagrado de los Mayas, Capítulo 1 [Archivo de PDF]. Recuperado de: https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&url=https://www.secundariafavaloro.com.ar/pdf/literatura/4to_POPOLVUH.pdf&ved=2ahUKEwjx-4nXsfHvAhUUKLkGHZjMBSQQFjAeegQIMRAC&usg=AOvVaw0WqOdOM_I05-0GMQt3piOF; el subrayado en negrita y cursiva es mío).

[3] Este relato de la torre de 30 pisos y de sus características de última generación y cuidado del medio ambiente, fue uno de los tantos que se utilizaron para convencer a la población en general de que el progreso de la ciudad necesita de ciertos sacrificios que eventualmente implican la demolición de algún edificio antiguo que estaría en condiciones de ser considerado patrimonio arquitectónico histórico de la ciudad, v.g., el edificio de la Escuela mencionada, aunque también el famoso caso de Villa Margarita, durante de Héctor Nazario «Tato» Ocampo, en la gestión neoliberal del Carlos Saúl Menem.

[4] No es que uno tenga algún temor en llamar directamente «mercenarios» a estos empresarios de la comunicación, ya que su fin último es el afán de lucro y no la verdad, concepto del que no tienen la más mínima idea, pero que suele estar presente cuando la ocasión así lo amerita. Más temor me causa que algún periodista de las grandes ciudades del sur me quieran interpelar reclamándome alguna especie de «derecho de autor» sobre el concepto que, por falta de subvenciones, no estoy dispuesto a someterme a algún tipo de gravamen.

[5] «El cero no es en un sistema la marca de la carencia, sino el signo en que se compendia la carencia de una marca. 0 es, mejor dicho, la indicación, dentro de un orden significante, de que en la mitad rechazada de otro orden está presente una escritura». «El cero es la marca (en M4) de una marca (en M2) faltante (en M3)» (Badiou, 1972, p.102 y 109, respectivamente).

[6] Conversación privada del día 7 de abril de 2021.

[7] Aquí debería mencionar y agradecer los aportes y la escucha paciente de uno de mis más recurrentes “interlocutores mudos” —como dice Žižek. Me refiero concretamente a mi amigo y colega el profesor Jorge Mansur.

 

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