marzo 28, 2024
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El espacio del Movimiento: Biografías de boxeadores Amateurs. Ángel Negro (1ra parte)

“El hecho más importante que me llevó a ser boxeador fue la búsqueda de dinero. Lo necesitaba para ayudar a mi mamá. Me volví boxeador pensando que iba a ser de gran ayuda, y lo fue, ya que después la gente me ayudó bastante. Me dio trabajos y changas y conseguí lo que quería: ayudar a mi mamá con lo que necesitaba.”

A.N.

 

Soy de la teoría de que el boxeo sea mucho más que un deporte. Desde principios del siglo pasado, éste, a nivel social, se ha convertido en una esclusa de escape para tanta furia latente, nunca manifestada. Digamos que es un mal necesario, una catarsis física, visual, inclusive brutal. Podemos inventar una frase ahora mismo: “desgarrador y fascinante, es todo lo que el boxeo te puede dar”. Una persona con el box como oficio debe mostrar cualidades firmes, se trata de alguien dispuesto a “matar o morir”, alguien que carga a flor de piel emociones primitivas, y que va por todo. Tales características laten en su organismo, más cuando esa persona sube al ring para desplegar, como un paño, la supervivencia y el valor, más allá de su triunfo.

La vida y su contra cara, la lucha y la persistencia, se mueven, combaten, como campos de fuerzas antagónicas. Guarda pureza este deporte; es raro que impostores y falsos mesías. El box es más que un deporte. Es una disciplina marcada por un reglamento y por el sacrificio personal en pos de lograr vivir mejor, orgulloso de lo trabajado. A veces me pregunto por qué me puse a escribir esto: creo que los eventos que ocurren guardan un mensaje, al menos para mí.

Vi por primera vez a Ángel Negro en aquel convulsionado y acalorado diciembre del 2017, en el Club Obligado. Recuerdo a un joven más bien relleno, con buen nivel boxístico, que hacia soga, con las manos vendadas y muy transpirado. Hoy sé que finalizaba su segundo año de residencia en Reconquista, ciudad a la que vino con objetivos claros: había pensado en estudiar kinesiología o medicina, sólo que el presupuesto no dio para ir a estudiar, (a Santa Fe), estaba dispuesto a negociarlo: estudiaría entonces otra disciplina, no en la capital sino en esta cabecera del departamento Obligado, pero lo que no negociaría en esta época de su vida, sería el boxeo. Sus manos se aferrarían fuertes a él. (Continuaría con las arduas sesiones de entrenamiento que había iniciado en Margarita).

Ángel se estableció aquí, en esta pensión de dos pisos de fachada pintada de amarillo, frente al transitado bulevar Irigoyen, frente a un supermercado de marquesina roja con letras amarillas, frente a las despintadas edificaciones del Complejo Pucará. Ni bien toco a la puerta me atiende un chico de buzo gris y rojo con un perrito cachorro en sus brazos, detrás está Ángel Negro. Miro el ambiente. Es por cierto un ambiente tranquilo, modesto y algo frio debido al día, con un largo mesón cubierto con un mantel de hule, charlamos un rato de cualquier cosa. Comenta que la pensión dispone de un gran comedor y cocina, que  tiene trece habitaciones, en las que viven de a pares, 27 estudiantes provenientes de diversos puntos de la región. Como en cualquier pensión, los baños son comunitarios uno para cada piso, aunque algunas piezas tienen su propio baño, todos estudiantes de diferentes profesorados: historia, lengua, magisterio, enfermería, abogacía, seguridad e higiene e ingenierías. “Todos son buenos compañeros, nos ayudamos entre nosotros, con los que más me junto es con mis compañeros de abajo, con los cuales pasamos largas tardes hablando” explica Ángel “o con algunas compañeras de arriba, las cuales también pasamos buenos ratos, hablando y riéndonos”. A decir verdad, Ángel Negro es un joven con suerte, que ha encontrado en la ciudad, un cálido rincón donde vivir: los desafíos lejos, del apacible centro de Margarita lleno de hileras de árboles frondosos y casas antiguas. Todos los que hemos viajado al sur por la Ruta 11 hemos pasado por Margarita, una pequeña localidad perdida en el profundo Santa Fe que hasta hace 10 años guardó un hermético anonimato. Se comenzó a escuchar el nombre de Margarita, Santa Fe, cuando René Marcos Maidana, el Chino, irrumpió en el ámbito boxístico nacional, pasando por Alemania, para desembarcar con bombos y platillos en el boxeo altamente rentado de EEUU. Margarita es, como muchos saben, una comuna enclavada en el sur del departamento de Vera, a poco más de noventa kilómetros de nuestra ciudad, es la comuna en donde Ángel Negro nació y se crió. Margarita: comuna de poco más de cuatro mil habitantes, cuya principal actividad es la agrícola y la ganadera. Él dice que la principal actividad se referencia con la del campo. Muchos trabajan de camioneros, otros viven del comercio.

Hay una particularidad. Desde hace diez años en el pueblo hay gente que vienen de otros puntos del país que vienen en vacaciones, y, atraídos por el lugar, optan por quedarse, cambiando inseguridad, stress y polución por el verdor de los escenarios margaritenses, los que Ángel abandonó hace dos años.

“Tengo dos metas” explica hoy, sentados en el comedor de la pensión: “la primera: terminar mis estudios, y recibirme, si es que no sigo con el boxeo, pero si me dedico a este deporte, que es lo que me gustaría, encararía a ser profesional; llegar lejos,  convertirme en campeón.”

Ángel Negro es el hijo mayor de tres hermanos, Nelson y Lucas. Su madre, Angelina Motier, lo bautizó con este nombre en honor a su padre. Él me aclara que el verdadero padre de Ángel se llama Martin Merlo, oriundo de Calchaquí. Negro, su apellido, se lo debe a Miguel. Me cuenta él que tras la separación con Martin. Tras la separación con Martin debió dejar a los tres a cargo del bisabuelo, se fue a trabajar a Margarita. A una región llena de tierras de pasto tierno, rodeada de monte cerrado y campos de soja, de veranos arduos e inviernos rigurosos, pronto a los arroyos Espín, Toba y Calchaquí.

El árbol familiar de Ángel tiene eventos particulares, quizás recurrentes en el ámbito rural: su abuelo murió en manos de un comisario…………….., al meterse con su esposa.

Pienso en que todos nos parecemos al menos en detalles intrascendentes, por eso se me ocurrió preguntarle si hay algo en común entre ambos: entre padre y padrastro. Me responde después de tomar un mate que los dos son policías. La misma contextura, agrega. Además, los dos son parecidos en el temperamento, tienen la misma tranquilidad para pensar las cosas. Tras muchos años de distancia y ausencia, la figura de padre de Martin se difuminó en el pasado. Hoy que el tiempo ha pasado, veo a Ángel reflexionar como si hubiera rumiado la idea por mucho tiempo: “Martin para mí no es un padre, tampoco un extraño, para mí él es un compañero”.

Cuando adolescente fue rugbier durante algunos años, deporte que cambió intempestivamente por el boxeo. Ángel pinta cuadros que están realmente buenos. Dotes artísticas que heredó de su madre. “Ella pinta cuadros. Pero sólo pinta cuadros de caballos”. Me mostró de la galería de fotos de su celular, algunas de sus pinturas, y me han sorprendido.

Cada actividad es como un espacio mental, imaginario en donde determinadas emociones se ponen en juego. Le pregunto cómo se conjugan la enfermería, el boxeo y la pintura, dentro de su cabeza. Ángel responde que la enfermería es espacio de la empatía, espacio donde abunda el cuidado al otro. Pero también es la actividad que te enseña a ser práctico y contemplativo ante la vida. Asegura también que el estudio de la anatomía le permitió  a él conocer dónde pegar, cuáles son los puntos débiles del cuerpo humano. En cambio el boxeo tiene un aspecto más técnico, un conjunto de saberes que deben ser ejecutados en un momento preciso, y que consta de la eficiencia de los golpes, en el movimiento justo, en el desplazamiento exacto de los pies. Pero también tiene algo de arte en el show, en el floreo propio del estilista. Su ídolo es (y jura que será por siempre) Ray “Sugar”Leonard, y gusta ver esta gran videoteca virtual llamada youtube. Ve además las peleas en blanco y negro de Floyd Patterson (el primer campeón que Cus D´Amato entrenó a principios de los años sesenta, Floyd fue destituido de su trono por entonces por Muhammed Alí. Pero todo tiene una vuelta: Muhammad Alí a fines de los setenta perdería contra Larry Holmes, Cus D´Amato recuperaría el cinturón gracias a Tyson.)

Convenimos que hay otra relación entre boxeo y enfermería. Muchos elementos se usan en el quehacer del enfermero y en el rincón, para atender al boxeador: el balde, la toalla, los cotonetes y la vaselina (hoy además hay anticoagulantes) para restañar las heridas, bolsas con hielo, pequeñas herramientas de acero guardadas en hielo para bajar los abscesos, las mismas vendas. Hacemos un silencio mientras entra al comedor una chica con su novio.

El boxeo le enseñó esa secuencia tan repetida a lo largo de muchas vidas: la de volver a caer y volver a levantarse. Uno de los elementos que Ángel tiene en cuenta para levantarse y en lo posible salir adelante, es la promesa. La promesa es una gran fuente psicológica, de fuerza y determinación para vencer en el boxeo, tal es así que en su última contienda, tras un mal comienzo. Al minuto de comenzado el primer round, su rival le dio un buen cross. En el descanso, vio a sus amigos, a su madre y tíos. Él no quería decepcionarlos. Ángel Negro tras un inicio incierto en la pelea terminó imponiéndose a punto de echarlo a la lona. En definitiva, el boxeo tiene que ver más con una promesa, trata más de lo psíquico o espiritual en ciertas instancias que en meros golpes. Sale también a relucir el instinto gregario. Entonces volvemos al tema de Margarita. Es un anochecer frío y lleno de neblina. Me cuenta que antes, el hijo del obrero se juntaba a jugar con el hijo del doctor, y que ahora ya no es así: En la actualidad parece que la navaja tajante del neoliberalismo llegó a Margarita, que además, se expandió hacia el norte y hacia el sur. En su infancia recorriendo sus aireados barrios de casas bajas y calles de canto rodado, jugando al fútbol a veces por dinero o por la Coca Cola, recorriendo la reverdecida y moderna plaza San Martín, cubierta de profundas sombras de tipas, quebrachos, paraísos, el marco en donde todos los 16 de agosto, se congrega gente con sus velas para celebrar la fiesta del Patrono de Margarita: la fiesta de San Roque. Una fiesta que comienza el 9 de agosto y finaliza el 16, con una gran celebración en la que hay procesiones, misa y tocan muchos grupos de chamamé: es la fiesta del pueblo, y es feriado, en esa ocasión se conmemora también la famosa “Fiesta del Locro”, la que anualmente reúne cientos de personas.

En el ala sur, a cuadras de su casa, se alza, retirado, junto a las durmientes del tren, un viejo balcón  en donde existe, hoy, un célebre gimnasio boxístico. Allí se encuentra la academia de boxeo “Margarita”, en donde su entrenador, el gran Jacinto Baigorria, fue el primero en enseñarle lo más básico del boxeo y su entrenamiento. El gimnasio continúa activo hasta hoy, con su piso de madera, sus paredes descascaradas, con sus bolsas negras, su pera, su pequeño ring en un rincón. Aquel fue el primer gimnasio que no es muy grande, pero vale para entrenar. Señala Negro: “allí asiste bastante gente, en especial en los meses de verano.”

Ángel ha nacido en Calchaquí, el 17 de febrero de 1997, bajo el signo de Acuario: por lo que devela una personalidad introspectiva, arrebatada y sensible, refinada y altruista, más bien callada. El Acuario es apasionado en lo que hace, y además, nadie como él, para ponerse en los zapatos del otro. Seguro que personas que conoció en su pasado, pocos hubieran sospechado que aquel niño de pelo lacio y castaño, de apariencia serena y cara de bueno, fuera alguien que sube a un ring a boxear: se destacan sus ojos achinados, el retrato de un niño que, sin embargo, ha peleado en varias ocasiones a causa de ser víctima de agravios, por la forma de sus ojos, de ese aire oriental (sus compañeros le decían “Chino” lo cual lo sacaba de quicio y no tardaba en irse a las manos). Aquel niño ha quedado lejos de este boxeador en ciernes, aquel niño que asistía a clases en la modesta escuela Bernardo O´Higgins ha dado lugar a este púgil, que de a poco se está abriendo camino, con dureza, en el recio ámbito pugilístico. Años más tarde, cuando comenzó a salir a las discotecas pequeñas aunque concurridas de Calchaquí y Margarita, comenzaron a ser comunes las peleas de los sábados: en una ocasión esas peleas se hicieron más y más comunes, por lo que se iban haciendo también más límites y extremas. Hasta que una noche, en la Plazoleta del Centenario, con un círculo de amigos compartían botellas de cerveza, viene, “un hombre viejo”, un hombre bastante mayor que ellos, que se acercó hasta ellos. El hombre viejo ofreció pelear.

Ángel, dio un paso adelante: “Yo quiero pelear” dijo. Se puso en guardia, la pelea comenzó y fue intensa y sin tregua: al terminar el hombre tenía fisuradas costillas y un dedo de la mano quebrado y él, terminó con los ojos en compota, al otro día se levantó con la cara magullada por los golpes: se miró al espejo, con sorpresa vio que parecía un mapache, con los dos ojos negros. Cuando le pregunté por qué peleaba: respondió en seco: porque no sé discutir. En definitiva el boxeo puede ser hoy, en la era de la posverdad, el deporte de la verdad y la razón: la que todos quieren tener. De hecho, el boxeo nació en Inglaterra como una “pelea de caballeros”, por discusiones. Trazaban, un cuadrilátero y ahí arreglaban sus problemas. Las primeras peleas seguramente habrán sido por el honor.

Por otro lado: en su primera exhibición tuvo la oportunidad del olor y el gusto dulce de la propia sangre, los golpes que te sacuden la cara y sin embargo no duelen “la emoción de haberme subido por primera vez al ring, la adrenalina, y muchas más emociones, marcaron aquel día”. Aquel día suspendieron la exhibición: “ya que por calentura, casi noqueé a mi adversario. Pero desde aquel día, fue donde amé al boxeo, esa sensación, toda la gente gritando y aclamando mi nombre, fue lo que hizo que quiera seguir por más”.

Ya existe un estereotipo del boxeador, el que cambia dinero por vivencias deportivas, límites: hay entre tanta acción y locura una filosofía que prevalece en este deporte, una cara sórdida de la civilización/cultura que muchos niegan. Y por más que el boxeo sea un deporte individual, para llegar ser un apto en el ring y no morir en el intento, es fundamental la tutela de un buen entrenador: es él quien te protege; sus consejos pueden evitarte una verdadera tragedia, de hecho, lo que más le preocupa del boxeo, son las secuelas que pueden aparecer después de recibir tantos golpes fuertes. Hay golpes que con la mínima fuerza pueden hacer mucho daño, desde una luxación de hombro, hasta el desprendimiento de mandíbula. Por esto, afirma que lo que le gustaría, es mejorar su defensa, “a veces peleo con una guardia baja, no muy favorable; tengo que aprender mucho sobre técnicas, combinaciones, movimientos de piernas, tirar mejores golpes, y de ser cada vez mejor en todo. Aprender mucho, y mostrarlo arriba del ring.”

“Una anécdota fue cuando fui a pedir que le entrenen”, explica. Era el joven en el borde del umbral, el valiente, el discípulo buscando a su maestro que entró en las instalaciones del club ahí, junto a la puerta, vio tres siluetas brillosas por la transpiración, estaban saliendo después del entrenamiento. Ahí justamente estaban Jacinto Baigorria, frente a la puerta de madera del gimnasio, con la mano en el metal de la llave, a su lado estaban su hermano. La tercera silueta enmarcada en la oscuridad era Maidana: el boxeador que a fines de ese año, daría el gran batacazo contra Adrien Broner, para sorpresa de muchos televidentes. El Chino Maidana fue en parte una gran motivación para él adentrarse en este deporte. En común Maidana y Negro tienen además de la vocación por los golpes y por vivir en Margarita, la figura del senador provincial de Margarita, Hugo Pucheta, quien falleció el año pasado a causa de un infarto, quizás a causa del stress. Estos pocos puntos son de buen augurio para Ángel, tiene fe en que será un campeón en su categoría.

Con el calor subiéndole por la cara, con un nudo en la garganta, dejó su orgullo de lado, pidió que lo entrenaran, tartamudeó inclusive al hablar, pero obtuvo un sí, una respuesta positiva a su demanda: las puertas a una nueva vida se abrieron para él. El tiempo ha pasado, “cuando me dijeron “si” la emoción que corrió por mi cuerpo fue indescriptible”, aquel día de verano empezó su vida como boxeador.

Desde entonces como preparación de la pelea sigue una dieta más o menos estricta para mantenerse en la feroz Categoria superwelter 69 kgs. El secreto para perder peso es reducir drásticamente los carbohidratos y las azúcares.

La reducción de carbohidratos permite una óptima termorregulación del metabolismo, por ende, pérdida de peso corporal. La dieta consta de carne de vaca o ternera preferentemente, pollo o cerdo, huevos, y frutas con alto tenor graso como el coco, por ejemplo, nueces y almendras y frutos secos.

Las frutas con altas cantidades de azucares (debido a la fructuosa) deben ser dejadas de lado, por ende, debe también abstenerse de las bebidas ricas en azúcares, inclusive las alcohólicas, ya que el azúcar como el alcohol tienden a retener el tejido graso.

El almidón es otro de los compuestos a ser descartado: papas, arroz y fideos no entran en la dieta. Beber abundante agua es fundamental para el recambio celular y para llegar a dar el peso indicado en la báscula de un modo saludable. Sé por testimonios que, hace muchos años, cuando este deporte no estaba del todo profesionalizado, el boxeador para dar con el peso se sometía a interminables sesiones de salto de soga, de envolverse con bolsas de nylon y salir a correr bajo el sol, de untarse el cuerpo con vaselina, envolverse con frazadas sin siquiera beber una gota de agua. Muchos han quedado estériles debido a la exposición del cuerpo a altas temperaturas, como también han sufrido severas descompensaciones. Igual de insalubre es lo que ocurre en “Toro Salvaje” (el film de Martin Scorcese), en que vemos a De Niro encerrado en un baño sauna durante un tiempo prolongado.

Todas estas prácticas fueron inhumanas e insalubres, han quedado en la historia.

Hoy, después de años y de horas de sangre, sudor y lágrimas, Ángel Negro ha tomado como lugar de entrenamiento y formación al viejo y célebre Club Obligado. Allí los entrenadores Hugo, Luis y Osvaldo ayudan a su entrenamiento físico y técnico: “ellos siempre están para enseñarme cosas nuevas, todos los días, y mantenerme bien entrenado, igual que los boxeadores del gimnasio: Seba, Luciano y Maxi con los cuales guanteamos y vemos qué nos falta para mejorar. Todos influyeron positivamente, con mucho o poquito, todos pusieron su granito de arena en el apoyo y el aguante para que pueda boxear”.

Su vida en Reconquista hoy es muy buena, desde luego, distinta a la que llevaba en Margarita. “Siempre tengo la mente ocupada en cosas y me muevo para todos lados, ya que mis estudios me obligan. Soy estudiante de enfermería y para las prácticas tengo que moverme mucho, también para hacer grupo con mis compañeros, y entregar trabajos, estudiar para parciales y todo, me mantengo siempre ocupado, aunque igual encuentro mis recreos para despejarme”.

Por sorpresa he encontrado una línea sobre la cual escribir. Hoy reviso todo lo escrito: pienso que los artículos deben ser como la puerta de una casa embrujada, abriendo testimonios en donde un espíritu (incluso un fantasma) viva entre sus líneas.

Por Andrés Ugueruaga

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