Un docente de la escuela secundaria proyectó en clase el documental TransAmérica1, Rodolfo Walsh se llama la escuela de Villa Pueyrredón, lo denunciaron y el ministerio porteño le dio curso ya que “los contenidos perversos” del filme mostraban “los besos entre personas del mismo sexo”.2
Tiempos de pandemia y el pelo de color, la extensión aros, tatuajes, escotes, forma y marcas de ropa importan poco a la hora de imponer un pdf con una escueta explicación adaptada a un cuadernillo que enviaron “de nación” o “de provincia” con actividades que pueden encontrarse en educar o alguna plataforma educativa española, chilena o de blogueros docentes trasnochadas/os. Menos importa el horario, aunque se intente mantener una rutina que nunca podremos continuar y que se vuelve tedioso de solo pensarla.

Sex Ed es la película ideal para docentes que quieran un manual de lo que no se debe hacer, instrucciones para seguir paso a paso lo peor de nuestra profesión respecto de la ley de ESI. Ed, docente de ciencias “duras”, rechazado en su especialidad, encuentra conchabo para enseñar comportamiento hetero-normativo, patriarcal, machista siendo “virgen” (imposición católica si la hay).
Matizada con charlas ultramachistas donde el planteo puede ser una metáfora de la danza de la lluvia (tener relaciones, siempre heterosexuales, con personas feas, horribles, para atraer a personas agradables) donde aparecen subrayados todos los prejuicios y donde se va marcando impostura, tibia, conserva, apenas recurrente den un colegio cristiano, con un reverendo pastor como director, castrador, prejuicioso. Adjetivaciones que podrían aplicarse a todos las/os personajes, estereotipos por doquier que permiten ampliar esa mirada predeterminada de lo que es la sociedad patriarcal. En tres escenas de clases queda claro lo único sincero de la película: el desconocimiento de la sexualidad por parte de quienes reincidimos constantemente en la docencia con cuestiones que no comprendemos demasiado y que tampoco nos interesa profundizar porque sería vernos en un espejo que tenemos oculto en la puerta del ropero, del confesionario debajo de la cama, quizás, también, olvidado en algún baldío de nuestra niñez. Reflexionar sobre la sexualidad no es tarea fácil y pocas veces tenemos claro para dónde queremos ir, aunque seguramente sabemos para donde no queremos volver, o rumbear con nuestras/os especímenes de laboratorio social. El tipo es virgen, miente por convención social, de la mentira y del sexo a temprana edad.3

¿Cuánto sabemos de la menstruación para poder explicarla? ¿Cómo es actualmente el ritual de apareamiento? ¿por qué seguimos insistiendo en la competencia-siempre machista- por disputar la voluntad de una persona? ¿conviene insistir con el apostolado docente cuando no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo? ¿En qué momento encontramos tiempo para la reflexión de una práctica política, social, íntima, personal como es el sexo?

De la misma forma que Ed, nos conchabamos en la tecnología asociada a la virtualidad para reproducir una y otra vez, los vicios de la profesión, intentando contagiar “eso” que en la inmensa mayoría de las veces, no tenemos idea de qué es.
El problema es el mismo que con la presencialidad real, física, palpable, pibas/es que no tienen un cel y continúan pateando ‘charcos amargos’ esquivando ‘esa piedra que le quiere hundir’, huyendo de ‘la Muerte pichicho de la ley que le mira, hace visera, le huele con su hocico negro’, que no tuvo más oportunidad que esa, meterse en las botas para lamer otras, mientras, desde una comodidad aparente, ese confort del idiota, exigimos tiempo, forma, respeto, con frases hechas, complacientes y hasta copiadas de libros de autoayuda. Poco interesa si se cortaron, tiñeron o dejaran flequillo, si se tatuaron o si hacen las actividades en el baño. Si importa- y mucho- quienes no tienen ni el baño y la escuela es ese tiempo que al menos pasan con calefacción y permitiéndose soñar con un mínimo futuro sin gorra marcial oficial. No queremos hablar en neutro, queremos hablar en inclusiv@, porque del otro lado hay gente, personas, presenciales, virtuales, que importan, sin que les veamos, de la misma forma que importan las que no queremos ver, ni de forma virtual.
Por Marcelo Cena
1-Tucker Duncan (2005) Transamerica, Estados Unidos. (puede verse-en español- en https://zoowoman.website/wp/movies/transamerica/
2-https://notasperiodismopopular.com.ar/2020/06/17/denuncian-persecucion-del-gobierno-porteno-a-un-docente-por-ensenar-la-esi/?fbclid=IwAR1lF5LdV6Xx3TE6royI23aXCgwlKNdJh5WyLfZ6TkyO5qQLgvSE_OHqhmo
3-Ya en Crepúsculo (Twilight: la saga de vampiros, hombres lobos y castración mediante manipulación sentimental) se establecía-de forma ultra-archiconservadora- el casamiento para la obtención de lo sagrado (más allá de que el vampiro le llevaba siglos de diferencia etaria, mismo ejemplo con Casper (1995), ese fantasmita que acosaba, espiaba y le llevaba unos treinta años a una púber Christina Ricci) la vagina con himen completo y sin ultrajar.