En Seis Buitres, Celso Lunghi se le anima, con los montes quebrachales, las agencias y obrajes de La Empresa (La Forestal) como escenario, con personajes que relatan eso que solo tenemos de vista en películas; el bestiario sobrenatural -que inserta Lunghi- inquieta, conmueve, perturba por la realidad de ese traspaso cultural, arrastrado de territorios variopintos desde donde migraron quienes dejaron sangre sudor, lagrimas y saliva mientras diezmaban el bosque buscando desangrar el tanino de quebrachos ancestrales. Este horror relatado de forma coral, que se abre para abanicar y permitir un suspiro aunado en la inspiración profunda que –nuevamente- nos ayuda a inmiscuirnos en la historia de la zona.
Salida en 2016, comienzo de años nefastos -y de resistencias si los hay- para nuestra historia el escritor profundiza –y se hunde en la oscuridad de- un estilo expuesto en su otra novela: Me Verás Volver. El deleite de fans de “el género” no debe hacerse esperar. El “género” (de horror, de Folk Horror, eso que la ciudanía cosmopolita teme, condensa y atribuye a los pueblos pequeños y sus habitantes) incita, desde hace bastante, a indagar sobre la gigantesca fauna y flora sobrenatural, en ese conjunto de creencias que suelen ser lavadas con agua lavandina bendita por el cristianismo católico que pretende cercenar, desaparecer, cuando no mercantilizar –marketinando- hasta el más íntimo resquicio como una forma más de imposición de culpa es decir, de control.
Un aquelarre, voces que susurran en oídos y retumban en las cabezas, cuerpos duplicados que se pavonean reemplazando a sus homónimos/as y la amenaza constante de Los Cardenales, esa siempre temeraria fuerza policial, torturadora, asesina, mucho más terrorífica y palpable -incluso hasta nuestros días- sumadas a las advertencias en la espesura con muñecos tallados con rústica finura -como postes y durmientes-; las promesas -y pactos- con los muertos, brujas, misterios y chismes que circulan en esos pueblos invitados, trasplantados, creados para comodidad vacacional de quienes controlan sus negocios y los alcahuetes de siempre comandando y administrando económica y espiritualmente la extracción para beneficio foráneo.
¿Cómo y dónde leer la novela? Aprovechando los sucesivos cortes de luz en nuestros pueblos, conseguir un paquete de velas simulando pagar con un vale de la empresa, prender varios espirales, darle mecha y no parar hasta agotar el paquete. Si el miedo es demasiado, conviene ir al cementerio o algún lugar con sombra pero fuera del tránsito humano.
¿Qué hace falta saber para leer la novela? Nada, la narración se encargará de inquietar lo suficiente para despertar las ansias, esa voracidad por el conocimiento.
Nivel de julepe: En momentos de elevada concentración, obliga a mirar a todos lados para comprobar que nadie viene a asustarnos (en realidad es para constatar que no se aparezca nada de lo sobrenatural).
Monte Oscuridad de María Sarmiento ya nos introducía -con claves del policial- en el conflicto de laburantes en nuestra zona bajo el yugo de La Forestal, teniendo al mujeraje rebelde -nunca impasible y menos resignado, aunque indefectiblemente sometido al machismo patriarcal- como protagonista. Más conocidas y recientes son las obras: Monte de Silencios de Alicia Barberis y La piel no olvida de Fernanda Pérez, también de “genero”, ese denominado “novela histórica”. Una presentación de las novelas de estas autoras puede verse en la Mesa de La Gallareta del ciclo de charlas Por las Hendijas del Quebracho